
De cerca impactan las gomas quemándose en el pavimento, el sonar de los chispazos se confunden con los golpes de botellas plásticas vacías, una contra otra, una y otra vez.
Botellas vacías golpeadas con manos de niños, los enérgicos puños que forman las filas más audaces, con los que reclaman y piden clemencia al viento para no sufrir.
Me acerco a mirar bien de cerca como son, para mí forman una especie nueva que no conozco, todo en mi vida es lejano a aquellas. No puedo comprender esas vidas bajo una autopista en sombras y frío.
Me acerco a una madre que trae un bebé muy chiquito para mirar bien de cerca el terror de que lo haya traído a respirar aire quemado, más es común en esa vida.
De a poco han ido viniendo todas las señoras del barrio a la batucada de la injusticia social, son solidarias con los padres de la nena baleada, a la noche tarde en la puerta de la casa, mientras jugaba en la vereda y las dos bandas del barrio se pelaban con revólveres cargados, balas que fueron a dar contra ese cuerpito de pocos kilos, que por suerte todavía vive. La bandas del barrio a las que todos conocen.
Reclaman a la policía que no cuida, que no puede ser que los niños no puedan jugar en la vereda y sobretodo que el disparo cayó en una criatura. Se juntan a mirarse las caras y a penar, porque saben que nada ahí tiene futuro ni certezas. Están a la buena de Dios, descreídos de todo desde siempre.
En otra punta está el hospital con la niña baleada, su estado es crítico pero por suerte en el futuro se va a recuperar. Una vecina se acerca a mi lado y me pide ayuda, si puedo, ya que voy para allá, llevarle a los padres de la nena unas sillas y el termo y una bolsa con la yerba y el mate, le digo que sí, que claro. Me meto en el auto: ves?, ellos se vuelven caminando a sus casas por las calles de tierra inundada y vestigios de todo roto, yo me siento cómoda en el asiento de atrás y cargo las sillas en el baúl. Al llegar al hospital el padre agradece. Miro con profundidad sus ojos golpeados, escucho su voz temblorosa, registro sus veintipico años que parecen más de cuarenta, me convence la fuerza que sus palabras hacen, le dedico mi mejor mirada, me enternece su dolor, me mira y me dice de nuevo gracias, no sé qué tengo que decir yo.