Dan vueltas como trompos sentados en el piso, usan los brazos y las manos para hacerse girar locamente sobre si mismos.
Los niños ciegos están mas allá de todo. No les cuesta imaginar que son árboles con ramas movidas por vientos, árboles frondosos que regalan chupetines para quien se le antoje comerlos. Los niños ciegos descubren todo el tiempo lo que nunca vieron, las cosas de la vida que llevan nombre para decirlas. Los niños ciegos no tienen limites,en esa oscuridad se vislumbra el mundo de la magia.
Constantemente se frotan los párpados y se esconden con los brazos,guardan la cabeza con ojos; como si llevaran caparazones en la espalda, se vuelven bolitas de glóbulos cerrados.
Será la imperceptible presencia de la luz lo que los perturba? Será que en los claroscuros los ojos pican?
Me pregunto infinidad de cosas, descubro la admiración que me transmite verlos mas allá de este mundo de imágenes concretas, donde el árbol es ese tronco macizo del que no reparamos su presencia.
Recuerdo que en mi vida si me preguntaban cual sería la falencia física mas terrible que pudiera pasarme yo contestaba perder la vista, volverme ciega; pero para mi sorpresa encuentro que hoy mi respuesta se ha modificado.
Cada uno de estos niños vive una película de la que no participo. En mi desesperación por no saber de que se trata me ataca el recuerdo de las primeras fotos de gente portando cascos cibernéticos sobre sus cabezas, cascos con imagen y sonido, u anteojos de ciencia tecnológica rígidos como antifaces que abstraían a las personas de este mundo de visibles, ingresando a otro tan privado.
La lista de interrogantes no termina nunca: sufren? es todo mas difícil? qué imagen tendrán de si mismos? como es? como van? por qué esta bien? son otros? mejores? menos de qué?