domingo, 17 de enero de 2010

LA ULTIMA FOTO DE MI PADRE


Puedo acordarme de cada una de las fotos que me llevo de su vida de estos dos años del final de su enfermedad.
Ayer, que fue la última vez que lo vi y el último dia completo que vivió, porque murio apenas comenzado el dia de hoy, pude sacar la cámara y disparar la foto, la única que pude hacer a lo largo de todo este tiempo.
Me parecia cada vez que lo veía que era tan fuerte la imagen que me mostraba, me tomaba una gran cantidad de horas archivar esa imagen para poder seguir con mi vida, y además de no encontrar coraje, no podía levantar la camara y disparar la foto.
Las fotos que no hice podría describirlas ahora: la cama de hierro gris plomo a través de la puerta del cuarto, el cuerpo dormido y sus manos atadas a los fierros con gasas, la boca hundida intentando en vano balbuceos extraños,... pero nunca pude parada al lado de la cama levantar la cámara y llevarme en una foto ese ojo celeste redondo y abrillantado mirandome fijo. El implacable ojo mostrando su tristeza y su arrepentimiento.
Porque todo este tiempo me valía de esas señales, querer responderme el porqué seguía vivo me hacia especular con mis pensamientos y veía como una razón terca su padecimiento.
Aunque a veces le habia dicho - en esas conversaciones que mantenía mente a mente cada vez que lo veía- le habia dicho que ya era suficiente, que ya no tenía sentido seguir mostrando que queria permanecer vivo para padecer delante nuestro y exponerse tan frágil como nunca habia sido.
_Ya esta, quedate tranquilo..., _le repetí varias veces mientras le tocaba la frente caliente, la vez que por verlo tan mal y por estar sola frente a él pudo mi mano entrar en contacto.
Incansablemente quería saber hasta cuando o porqué, y cada vez encontraba respuestas en todos los años en los que su temperamento severo y tan impredescible lo hacía immune a nuestros dolores.
Ahora mientras escribo y lo imagino muerto parece tan raro que haya podido hacerlo. Porque nunca nadie he visto antes que tuviera tanto miedo a morirse.

Apenas supe la noticia salí al patio, hacía un calor de primavera en pleno invierno, camine por el borde de la pileta recordando su figura, la que finalmente fotografié ayer en el cuarto del hospital el último día que vivió.
No puedo dejar de ver su cuerpo desnudo, sus hombros caídos con moretones, las conecciones a su yugular de una cánula transparente pegada con una cinta scotch ensangrentada a su cuello inmóvil, la máscara de oxígeno sobre la boca completamente abierta tratando de tragar los suspiros que le quedaban, y los ojos, casi siempre cerrados, dejando intermitentemente ver un borde blanco y un imperceptible bordecito celeste abriéndose por última vez.
El cuerpo bajo la sábanas ya no se movía, ni tampoco se veían sus manos atadas. Apenas antes de irme toque su pie y me paré una vez mas frente a él, mientras mi mamá intimaba detalles con la enfermera que se quedaba a cuidarlo; a establecer un último dialogo mente a mente, y le pedi en tono de ruego que se lleve al cielo nuestro amor de familia, que nos cuide desde allá como nunca pudo hacerlo acá. Le pedí que viajara con esa misión por nosotros. Entonces por primera vez me sentí tranquila de haber encontrado una unión final en nuestras vidas, entre su inminente viaje al mas allá y mis saturadas ganas de que deje de sufrir.

viernes, 8 de enero de 2010

IDA SOLO


La única vez que llamó a casa fue el día antes de matarse. Como si hubiera querido que todo fluya de manera natural y sin que nos diéramos cuenta.
Decía que quería llevar a mi hijo junto con el suyo por el día, irían de paseo al club a pasar el domingo. Almorzarían en el restaurant caro del náutico así los jovencitos estarían a piacere,cómodos y relajados haciendo vida de niños ricos. Ella leería revistas de chismes en la reposera mientras los niños jugaran.
En mi casa quedó grabado el mensaje de Zulema, invitando a mi hijo a pasar el dia en el club y asi transcurrio el domingo que estoy contando; un domingo de primavera, un tramo en la costa del Rio de la Plata, en la zona norte donde nada falta.
Quien iba a decir que Zulema pensaba firmemente en suicidarse?
Lo habia dicho al pasar: _"Si Mario no me deja quedar con el departamento me tiro por el balcon…"
Pero como tomarlo en serio? Preferir la tumba por no ganar la disputa del departamento?

Hacia tiempo que la relación entre Mario y Zulema no iba bien; era un hecho que se iban a separar, incluso lo sabíamos los padres de los compañeritos.
“Los papas de Fede van a separarse,_ me dijo mi hijo muy campante en una de las cenas cercanas a estos hechos.Que la noticia del inminente divorcio trascendiera tanto era una señal difusa, como para creer mas que no que que si.
Como estaban las cosas Mario y Zulema se repartían el cuidado de los cuatro hijos, que aunque comenzaban a verse grandes precisaban atención. Unas noches le tocaba a Mario, otras a Zulema, lo que convertía la situación por algunos días en una separación de hecho, intimidades solo conocidas por el portero del edificio.
La noche del lunes no fue raro que Zulema saliera pasadas las doce, tampoco que no regresara. Llegando la medianoche dijo que salía a dar una vuelta. La misma crisis presuponía que cualquier reacción era posible, como para que en un instante todo se desencaje, alguno tomara la calle en una dirección, y otros quedaran pensando porque se va o como o adonde y no se les moviera un pelo como para salir a buscarlo. Nada que no desemboque en la necesidad de calmar los nervios tomando aire fresco en la plaza de enfrente. Pero Zulema se marchaba con la convicción de tirarse por el balcón como les había anticipado.
Antes de salir saludo a sus hijos con el monedero en una mano y el paquete de los cigarrillos en la otra. Deambulo con la mente perdida en un objetivo oscuro varias cuadras, hasta llegar al último departamento donde había vivido, antes de mudarse al actual, a ese del que acababa de irse para siempre y con el que amenazaba a Mario con cambiar por su vida si no le cedía la propiedad.
Llego al edificio de antes y toco el timbre en lo de la vieja vecina, con quien compartía las tardes cuando habitaban el mismo edificio, días de contarse todo y donde habían sido inseparables; no como ahora que las circunstancias las mantenía distanciadas pero no por eso fuera de confianza.
Zulema abrió el portón cuando su amiga acciono el timbre y paso derecho hasta los ascensores que conocía de memoria, ascendió hasta el ultimo piso donde se abría paso el pasillo largo hasta la terraza y piso con firmeza la membrana plateada que a esa hora ya no escondía reflejos de ningún día y barandeandose entre las rejas negras miro desde lo alto el pozo de aire y luz; apago con fuerza el cigarrillo, sobre el revoque nocturno, que habia encendido al cruzar la puerta de entrada y se arrojo al vacio.