viernes, 8 de enero de 2010

IDA SOLO


La única vez que llamó a casa fue el día antes de matarse. Como si hubiera querido que todo fluya de manera natural y sin que nos diéramos cuenta.
Decía que quería llevar a mi hijo junto con el suyo por el día, irían de paseo al club a pasar el domingo. Almorzarían en el restaurant caro del náutico así los jovencitos estarían a piacere,cómodos y relajados haciendo vida de niños ricos. Ella leería revistas de chismes en la reposera mientras los niños jugaran.
En mi casa quedó grabado el mensaje de Zulema, invitando a mi hijo a pasar el dia en el club y asi transcurrio el domingo que estoy contando; un domingo de primavera, un tramo en la costa del Rio de la Plata, en la zona norte donde nada falta.
Quien iba a decir que Zulema pensaba firmemente en suicidarse?
Lo habia dicho al pasar: _"Si Mario no me deja quedar con el departamento me tiro por el balcon…"
Pero como tomarlo en serio? Preferir la tumba por no ganar la disputa del departamento?

Hacia tiempo que la relación entre Mario y Zulema no iba bien; era un hecho que se iban a separar, incluso lo sabíamos los padres de los compañeritos.
“Los papas de Fede van a separarse,_ me dijo mi hijo muy campante en una de las cenas cercanas a estos hechos.Que la noticia del inminente divorcio trascendiera tanto era una señal difusa, como para creer mas que no que que si.
Como estaban las cosas Mario y Zulema se repartían el cuidado de los cuatro hijos, que aunque comenzaban a verse grandes precisaban atención. Unas noches le tocaba a Mario, otras a Zulema, lo que convertía la situación por algunos días en una separación de hecho, intimidades solo conocidas por el portero del edificio.
La noche del lunes no fue raro que Zulema saliera pasadas las doce, tampoco que no regresara. Llegando la medianoche dijo que salía a dar una vuelta. La misma crisis presuponía que cualquier reacción era posible, como para que en un instante todo se desencaje, alguno tomara la calle en una dirección, y otros quedaran pensando porque se va o como o adonde y no se les moviera un pelo como para salir a buscarlo. Nada que no desemboque en la necesidad de calmar los nervios tomando aire fresco en la plaza de enfrente. Pero Zulema se marchaba con la convicción de tirarse por el balcón como les había anticipado.
Antes de salir saludo a sus hijos con el monedero en una mano y el paquete de los cigarrillos en la otra. Deambulo con la mente perdida en un objetivo oscuro varias cuadras, hasta llegar al último departamento donde había vivido, antes de mudarse al actual, a ese del que acababa de irse para siempre y con el que amenazaba a Mario con cambiar por su vida si no le cedía la propiedad.
Llego al edificio de antes y toco el timbre en lo de la vieja vecina, con quien compartía las tardes cuando habitaban el mismo edificio, días de contarse todo y donde habían sido inseparables; no como ahora que las circunstancias las mantenía distanciadas pero no por eso fuera de confianza.
Zulema abrió el portón cuando su amiga acciono el timbre y paso derecho hasta los ascensores que conocía de memoria, ascendió hasta el ultimo piso donde se abría paso el pasillo largo hasta la terraza y piso con firmeza la membrana plateada que a esa hora ya no escondía reflejos de ningún día y barandeandose entre las rejas negras miro desde lo alto el pozo de aire y luz; apago con fuerza el cigarrillo, sobre el revoque nocturno, que habia encendido al cruzar la puerta de entrada y se arrojo al vacio.

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