martes, 3 de marzo de 2009

Carlos Sorín lo garantiza



CS acabó con su trabajo, pasaron los tiempos de la ansiedad, de la espera de los proyectos a punto de lograrse, su película ha concluído. Ahora resta esperar la reacción del público, las críticas, las presentaciones, las nominaciones, los festivales, los premios. A partir de este momento su trabajo será el de atender el teléfono y estar dispuesto, contar y pensar en forma de palabras todo lo que quedó impreso en la cinta digital.

Su experiencia lo hace tomar aire y acceder, sabe que atender a la prensa, dar las notas, mostrarse sociable y cordial es la manera que le toca desde aquí por un pequeño lapso, hasta que por lo menos la película dé unos pasos y se convierta de vuelta en su última película, y con el correr de los meses se vuelva vieja y más acorde con todas las ya hechas y haga el traspaso de pantalla grande con pochoclo a caja de dvd expuesta en videoclub.

La última obra parece siempre la mejor, para el creador tiene todo lo que las anteriores no tuvieron, así se vuelve altivo por haber aprendido y en su forma de actuar se detecta su presumida comodidad.

Esta vez presenta una película minimalista. Se dejó llevar por los recursos meramente fotográficos, la luz, los fondos, las formas que hace en el tiempo la música, usando lo mínimo indispensable para filmar la escena del viejo, que es viejo en la realidad también y casi no actúa sus desequilibrios, sus torpezas, sus endurecimientos y sus dificultades reales.

CS director, con los años se ha empequeñecido, su cuerpo fibroso no parece el mismo que tuvo la última vez, que estuvimos en esta misma situación, cuando presentó su última película, la anterior, que se alquila hoy en los dvd clubs.

_¨Mi película está basada en el tiempo, en la vida que pasa a ritmo real, por supuesto como todas mis películas es auto referencial. La relación entre un padre y un hijo unidas por la música. En mi vida el piano que hay en casa fue un elemento de conflicto, era el piano que mi hijo tocaba cuando vivía con nosotros pero que no pudo llevarse cuando se fue, y ahí hubo una situación no muy feliz, pero por supuesto el piano quedó en casa, lo tengo yo. Mi padre era violoncelista y mi hijo es pianista, existe entre él y yo una relación a veces de competencia, los dos somos creadores. La relación con mi padre fue estándar, no muy afectiva, pero como siempre a su muerte afloraron en mí todas esas culpas que salen siempre cuando los padres se mueren. La película que se llama hoy La Ventana fue cambiando de nombre a lo largo del rodaje: es la espera de un padre por la llegada de su hijo desde España para poder finalmente dejarse morir. Lamentablemente el cine es muy narrativo, traté de que sea lo menos posible. A veces esta espera está contada en tiempo real y fue difícil mantener la calma, la ansiedad de que algunas escenas duraran por lo menos dos minutos sin que parezca que nada pasa, respetando el tiempo real de la vida.¨

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