jueves, 5 de marzo de 2009

Miro y veo





Por la pasarela pasan mujeres con atuendos demasiado elegantes, el desfile sucede en una casa estilo francés en pleno centro. Está repleto de señoras perfumadas con pelos subidos con mucho spray; no faltan dos niñas que imitan las formas de los mayores y pasan con aires dándole vuelta la cara a las personas comunes.

A la mañana estuve en el hospital, me tocó hacer fotos de señoras con cáncer que como pasatiempo a sus sesiones de quimioterapia pintaban cuadros. Un taller de pintura desde la cama. Preparaban una exhibición que llevaba el nombre: ¨En dónde quiero estar?¨. Me asombró la calidad de pintura aficionada, paisajes con flores a lo Van Gogh, pinceladas en mínimos puntitos, caras de cristos con ojos lagrimosos, frentes de iglesias blancas con paz. Creí ver en las pinturas los recuerdos que estas personas tendrán de sus pueblos y sentí lo fuerte de sus imaginaciones paradisíacos de esos otros tiempos. Pero lejos de las otras señoras, las del desfile, estas almas se notaban acompañadas o queridas, sonreían, había alivio saliendo de sus caras.

Miro mi papel de testigo de vidas, de mirona de crecimientos, de observadora de decadencias, de centinela de logros, de buscadora de pleitos a sueldo.Escribo sobre lo que veo, no está en mí la naturaleza de acercarme con la cámara a hacer fotos irónicas de pelucas batidas o de sueros punzantes, o de metáforas de muertes y riquezas.

Un director de cine me habla de una película donde el protagonista participa en una escena de sexo oral en su propio cuerpo contorsionado.

Un cocinero coqueto me muestra su colección de discos de rock´roll.

En un comedor comunitario un mitad lingera mitad preso fugado intenta arrebatarme la cámara porque no quiere salir en la foto.

Más tarde me enfrento a unos platos de una comida que dice llamarse exótica. En el restaurante de Palermo entre mis ojos y el enorme plato blanco se levantan victoriosas dos rodajas bien gruesas de lomo de ñandú. Le pregunto al cocinero: cómo puede ser? cuándo sucedió esto? Que una tajada de ñandú se encuentre en un plato, quién la trajo? quién lo mató ? Me cuenta fresco que hay criaderos de ñandúes que viven un año y medio y luego sirven para comerlos.

Me sobrevuela un pensamiento suicida de no querer formar parte de este mundo.

En la pizarra colgada arriba del bar se lee: sándwich de yacaré. Me imagino el futuro de góndolas de supermercado abarrotadas de fetas de yacaré prensadas en folios al vacío. Trato de comparar con el pollo y la vaca y en lo fácil que se me hace masticar un huesito o una alita y siento que no es lo mismo, aunque con objetividad sea lo mismo.

Subo escaleras de iglesias casi a oscuras. Los cristos y santos descansan de las insaciables miradas de ojos llenos de promesas y pedidos. Me gusta inclinarme a sacarle fotos a los santos, no sé porqué veo vida en estos seres quietos.

Otras veces señores me entregan verdades sin peros; intelectuales juegan a sorprenderme con sus decires claros, músicos me deleitan el aire con canciones.

Miro, veo y disparo. Tiene sentido? No tiene sentido? Me pregunto y me contesto sin parar. Acompaño con mi mirar infinidad de muestras de vidas mientras la mia vive.

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