domingo, 1 de noviembre de 2009
La mujer fotografa
Como un acto natural supe que tenía que fotografiar a mis hijos, algo que no podía dejar de hacer en mi vida. Observandolos me encontré con los recuerdos de mi propia infancia, unidos o diferenciados por el paso de solo veinte años.
En mis hijos y en nuestra entrañable vida en común, a veces difícil, ayudó la fotografia a salir a flote, a transformar momentos miserables en sanas victorias gráficas. Otras veces la fotografía se volvió un refugio para guarecernos de violencias. En nuestro mundo fotográfico hubo siempre paz y compresión.
http://www.lamujerdemivida.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=318
martes, 20 de octubre de 2009
ESCUELA DE CIEGOS
Dan vueltas como trompos sentados en el piso, usan los brazos y las manos para hacerse girar locamente sobre si mismos.
Los niños ciegos están mas allá de todo. No les cuesta imaginar que son árboles con ramas movidas por vientos, árboles frondosos que regalan chupetines para quien se le antoje comerlos. Los niños ciegos descubren todo el tiempo lo que nunca vieron, las cosas de la vida que llevan nombre para decirlas. Los niños ciegos no tienen limites,en esa oscuridad se vislumbra el mundo de la magia.
Constantemente se frotan los párpados y se esconden con los brazos,guardan la cabeza con ojos; como si llevaran caparazones en la espalda, se vuelven bolitas de glóbulos cerrados.
Será la imperceptible presencia de la luz lo que los perturba? Será que en los claroscuros los ojos pican?
Me pregunto infinidad de cosas, descubro la admiración que me transmite verlos mas allá de este mundo de imágenes concretas, donde el árbol es ese tronco macizo del que no reparamos su presencia.
Recuerdo que en mi vida si me preguntaban cual sería la falencia física mas terrible que pudiera pasarme yo contestaba perder la vista, volverme ciega; pero para mi sorpresa encuentro que hoy mi respuesta se ha modificado.
Cada uno de estos niños vive una película de la que no participo. En mi desesperación por no saber de que se trata me ataca el recuerdo de las primeras fotos de gente portando cascos cibernéticos sobre sus cabezas, cascos con imagen y sonido, u anteojos de ciencia tecnológica rígidos como antifaces que abstraían a las personas de este mundo de visibles, ingresando a otro tan privado.
La lista de interrogantes no termina nunca: sufren? es todo mas difícil? qué imagen tendrán de si mismos? como es? como van? por qué esta bien? son otros? mejores? menos de qué?
sábado, 26 de septiembre de 2009
UN VIAJE
Apenas ida la escarcha por la mañana, subir la cuesta con los vidrios todavía empañados, husmear por los desconocidos senderos del camino metiéndose en el zigzag del cerro, hacia un lado y hacia el otro, con las ventanas bajas; cosa de que el perfume de los naranjos se cuele y el oír sordo de las flexibles ramas pegando unas contra otras la relajen.
Era viable llegada la noche, acomodarse al borde del camino, acurrucarse de cualquier manera en el asiento largo de atrás del auto rojo, con las piernas algo estiradas cuando la luna se viese en lo mas alto de la noche entrada. Observarla desde el interior del auto, con la cabeza recostada en la pila de ropa que hiciera de almohada, con la radio apenas y los párpados casi cerrados esperando que nada ni nadie aparecieran. Desplegar la manta rosada y limpia de la mochila entrando en los sueños tras el compás de los cálidos aires del noroeste; hasta recibir sin conciencia la luz del amanecer estallando sin compasión en sus ojos dormidos. Y apenas el día comenzara, cuando el coro de alegres pajarillos entonara al unísono sus voces, emprender de nuevo la aventura.
Tomó las llaves del auto en el lobby del hotel. Antes de subirse al vehículo chequeó los golpes que ya traía y registró rayón, golpe pequeño, cascado en el vidrio, raspado de llave en la puerta delantera.
Subió al auto con el tanque lleno y con la autorización del uso del kilometraje ilimitado ydedujo rápidamente como salir de la ciudad; doblando primero a la izquierda y otra vez a la izquierda. Desde allí hacia la avenida hasta chocarse con la empalizada blanca donde a la fuerza tendría que volver a doblar para retomar la calle, que del otro lado se hacia de dos manos; un boulevard de trafico surtido y árboles que algo frondosos invitaban primaverales. Y por allí derecho, hasta que desembocara de una sola vez en la base del cerro.
Desconociendo lo que la esperaba mas allá, y sin tomar en cuenta el posible calor de la jornada, se lamento por primera vez de no haber pensado en la importancia de tener una compañía para el trayecto. Apenas había avanzado unos pocos kilómetros cuando hizo la primera parada. Mientras se refrescaba la cara y se untaba slos brazos con el agua helada de la cascada que bajaba desde la montaña casi sobre el camino, se sobresaltaba -sin quererlo- por si acaso algo o alguien la estuviera acechando, mientras esperaba que al destapar su cara de las manos húmedas, no hubiese ningún espécimen humano o animal dispuesto a atacarla.
No sabia cuanto le tomaría el recorrido, porque parte del plan significaba no tener de antemano datos muy precisos, cosa de que sorprenderse fuera el mayor descubrimiento del periplo; pero a medida que el camino se iba haciendo angosto y se poblaba de recovecos imprecisos donde apenas se divisaba la llegada de otro vehículo que viniera por la mano contraria, se estremecía por haberse creído capaz de esta aventura.
No podía haber tenido en cuenta que a cada tantos tramos de recorrido se encontraría con precarios letreros que anunciaban “zona en construcción” y que el casi indistinguible asfalto se convertía en un ripio duro, seco y polvoriento dispuesto a levantar algún pedregullo que detonaría feliz sobre el parabrisas radiante del auto de alquiler.
Tampoco podía tener bajo control la posibilidad de pinchar algún neumático, considerar detenerse y rebuscárselas para cambiarlo sola, al costado de la ruta donde apenas si cabían dos autos en el caso de que uno fuese y otro viniese. Y que cada vez que esto pasaba había que ajustar filosamente la dirección del manubrio para que el espejito del contrincante no chocara con el propio. No concebía la idea - y rogaba a Dios que no pasase- verse acuclillada, intentando en vano cambiarlo y que por una de esas su cuerpo no llegara a reconocerse a la distancia y fuese envestido por algún conductor distraído que no reparase en ella haciendo magia con el auxilio.
Deseaba llevarse recuerdos de su inolvidable tarde y con ese fin llevaba a cuestas su cámara de fotos. Sin medir el peligro estiraba el brazo hasta más no poder por fuera de la ventanilla dejando por unos segundos libre el volante, y obturaba para obtener, aunque movidos, los paisajes que la rodeaban, arbustos de hojas rosadas que lograban un contraste con el horizonte de azules cumbres iluminadas que siempre salían torcidas.
Salir de la ciudad no había sido un plan tan simple, aunque en sus pensamientos se alojaran intensiones juveniles, sus dudas la paralizaban y el cuerpo no le rendía. La tarde de después de mediodía le sugería una siesta donde apoyar la espalda ya dolorida. Una cama con sabanas limpias y buenas frazadas era todo lo que pedía.
lunes, 16 de marzo de 2009
VENDE O ALQUILA
domingo, 15 de marzo de 2009
AGUA DE POBRES
_¨Aquí la vida vale muy poco¨. Seguido a estas palabras caminamos por la villa en medio de un olor invasivo, escoltando los pasos firmes de un lugareño con permiso a mostrarnos como vive la gente de este lugar, con esperanzas de ser él quien logre modificar alguna cosa.Un olor nauseabundo propio de la falta de cloacas inunda la totalidad de las calles de tierra del circuito de precarias casas emparchadas. Los vecinos refugiados en sus pobres y frágiles guaridas vigilan nuestros pasos con las miradas sin fe. Al borde del arroyo que huele a podrido y entre las espesas pilas de basura acumulada, construyen sus casas los que no tienen casa. Simplemente un día llegan con la razón indiferente a los cuestionamientos y con una pala comienzan a aplanar lo que debiera ser tierra, sorteando restos oxidados de latas roídas y plásticos de lo que fueron botellas; y con retazos de chapa y pedazos de viejos cascotes descartados por otros levantan algo similar a paredes desaliñadas hechas con la fuerza de no tener nada. Aunque parezca que no hay más lugar costeando la orilla, alguno que otro encuentra su pedacito y así se van poblando todos los rincones de la frondosa costa de símil barro. Los que viven hace mas tiempo y un poco mas alejados del epicentro de la mugre y de los márgenes del arroyo putrefacto, cuyas casas hoy se ven algo mas armadas, no pueden echarles nada en cara a los nuevos inquilinos harapientos; será que llevan en su haber los recuerdos propios de esas andanzas apesadumbradas. Se acomodan como pueden y hacen de la porción ganada al basural un barrio donde crían a sus hijos con las enfermedades propias del terruño infecto. Los acunan con las manos ajadas, los alimentan con los dientes podridos, los peinan con las caras llenas de ronchas, los bautizan con las venas contaminadas, los miran con piedad por haberlos traído al mundo. En sus organismos los tumores se han vuelto comunes y se expanden entre los cuerpos del barrio, tal vez por el consumo del agua que de las canillas sale verde o marrón según le plazca, o quizás por la cercanía casi total a las gigantescas columnas de cables de alta tensión que parecen alzarse victoriosas al daño que ellas mismas causan. El pelo crece como la paja y la comida sale bien rara. Los perros parecen custodiar el platito de agua que enseguida se les pudre. Otros de los aún vivos sufren de espasmos pulmonares por respirar del aire irrespirable, por paladear a fuerza de la necesidad el agua verde. Nadie puede imaginarse con estas finas palabras la verdad sobre este basural de humanos, apenas diferenciados de los desperdicios por el imparable latido de sus corazones.
jueves, 5 de marzo de 2009
Miro y veo
Por la pasarela pasan mujeres con atuendos demasiado elegantes, el desfile sucede en una casa estilo francés en pleno centro. Está repleto de señoras perfumadas con pelos subidos con mucho spray; no faltan dos niñas que imitan las formas de los mayores y pasan con aires dándole vuelta la cara a las personas comunes.
A la mañana estuve en el hospital, me tocó hacer fotos de señoras con cáncer que como pasatiempo a sus sesiones de quimioterapia pintaban cuadros. Un taller de pintura desde la cama. Preparaban una exhibición que llevaba el nombre: ¨En dónde quiero estar?¨. Me asombró la calidad de pintura aficionada, paisajes con flores a lo Van Gogh, pinceladas en mínimos puntitos, caras de cristos con ojos lagrimosos, frentes de iglesias blancas con paz. Creí ver en las pinturas los recuerdos que estas personas tendrán de sus pueblos y sentí lo fuerte de sus imaginaciones paradisíacos de esos otros tiempos. Pero lejos de las otras señoras, las del desfile, estas almas se notaban acompañadas o queridas, sonreían, había alivio saliendo de sus caras.
Miro mi papel de testigo de vidas, de mirona de crecimientos, de observadora de decadencias, de centinela de logros, de buscadora de pleitos a sueldo.
Un director de cine me habla de una película donde el protagonista participa en una escena de sexo oral en su propio cuerpo contorsionado.
Un cocinero coqueto me muestra su colección de discos de rock´roll.
En un comedor comunitario un mitad lingera mitad preso fugado intenta arrebatarme la cámara porque no quiere salir en la foto.
Más tarde me enfrento a unos platos de una comida que dice llamarse exótica. En el restaurante de Palermo entre mis ojos y el enorme plato blanco se levantan victoriosas dos rodajas bien gruesas de lomo de ñandú. Le pregunto al cocinero: cómo puede ser? cuándo sucedió esto? Que una tajada de ñandú se encuentre en un plato, quién la trajo? quién lo mató ? Me cuenta fresco que hay criaderos de ñandúes que viven un año y medio y luego sirven para comerlos.
Me sobrevuela un pensamiento suicida de no querer formar parte de este mundo.
En la pizarra colgada arriba del bar se lee: sándwich de yacaré. Me imagino el futuro de góndolas de supermercado abarrotadas de fetas de yacaré prensadas en folios al vacío. Trato de comparar con el pollo y la vaca y en lo fácil que se me hace masticar un huesito o una alita y siento que no es lo mismo, aunque con objetividad sea lo mismo.
Subo escaleras de iglesias casi a oscuras. Los cristos y santos descansan de las insaciables miradas de ojos llenos de promesas y pedidos. Me gusta inclinarme a sacarle fotos a los santos, no sé porqué veo vida en estos seres quietos.
Otras veces señores me entregan verdades sin peros; intelectuales juegan a sorprenderme con sus decires claros, músicos me deleitan el aire con canciones.
Miro, veo y disparo. Tiene sentido? No tiene sentido? Me pregunto y me contesto sin parar. Acompaño con mi mirar infinidad de muestras de vidas mientras la mia vive.
martes, 3 de marzo de 2009
Carlos Sorín lo garantiza
CS acabó con su trabajo, pasaron los tiempos de la ansiedad, de la espera de los proyectos a punto de lograrse, su película ha concluído. Ahora resta esperar la reacción del público, las críticas, las presentaciones, las nominaciones, los festivales, los premios. A partir de este momento su trabajo será el de atender el teléfono y estar dispuesto, contar y pensar en forma de palabras todo lo que quedó impreso en la cinta digital.
Su experiencia lo hace tomar aire y acceder, sabe que atender a la prensa, dar las notas, mostrarse sociable y cordial es la manera que le toca desde aquí por un pequeño lapso, hasta que por lo menos la película dé unos pasos y se convierta de vuelta en su última película, y con el correr de los meses se vuelva vieja y más acorde con todas las ya hechas y haga el traspaso de pantalla grande con pochoclo a caja de dvd expuesta en videoclub.
La última obra parece siempre la mejor, para el creador tiene todo lo que las anteriores no tuvieron, así se vuelve altivo por haber aprendido y en su forma de actuar se detecta su presumida comodidad.
Esta vez presenta una película minimalista. Se dejó llevar por los recursos meramente fotográficos, la luz, los fondos, las formas que hace en el tiempo la música, usando lo mínimo indispensable para filmar la escena del viejo, que es viejo en la realidad también y casi no actúa sus desequilibrios, sus torpezas, sus endurecimientos y sus dificultades reales.
CS director, con los años se ha empequeñecido, su cuerpo fibroso no parece el mismo que tuvo la última vez, que estuvimos en esta misma situación, cuando presentó su última película, la anterior, que se alquila hoy en los dvd clubs.
_¨Mi película está basada en el tiempo, en la vida que pasa a ritmo real, por supuesto como todas mis películas es auto referencial. La relación entre un padre y un hijo unidas por la música. En mi vida el piano que hay en casa fue un elemento de conflicto, era el piano que mi hijo tocaba cuando vivía con nosotros pero que no pudo llevarse cuando se fue, y ahí hubo una situación no muy feliz, pero por supuesto el piano quedó en casa, lo tengo yo. Mi padre era violoncelista y mi hijo es pianista, existe entre él y yo una relación a veces de competencia, los dos somos creadores. La relación con mi padre fue estándar, no muy afectiva, pero como siempre a su muerte afloraron en mí todas esas culpas que salen siempre cuando los padres se mueren. La película que se llama hoy La Ventana fue cambiando de nombre a lo largo del rodaje: es la espera de un padre por la llegada de su hijo desde España para poder finalmente dejarse morir. Lamentablemente el cine es muy narrativo, traté de que sea lo menos posible. A veces esta espera está contada en tiempo real y fue difícil mantener la calma, la ansiedad de que algunas escenas duraran por lo menos dos minutos sin que parezca que nada pasa, respetando el tiempo real de la vida.¨lunes, 9 de febrero de 2009
Niña baleada
De cerca impactan las gomas quemándose en el pavimento, el sonar de los chispazos se confunden con los golpes de botellas plásticas vacías, una contra otra, una y otra vez.
Botellas vacías golpeadas con manos de niños, los enérgicos puños que forman las filas más audaces, con los que reclaman y piden clemencia al viento para no sufrir.
Me acerco a mirar bien de cerca como son, para mí forman una especie nueva que no conozco, todo en mi vida es lejano a aquellas. No puedo comprender esas vidas bajo una autopista en sombras y frío.
Me acerco a una madre que trae un bebé muy chiquito para mirar bien de cerca el terror de que lo haya traído a respirar aire quemado, más es común en esa vida.
De a poco han ido viniendo todas las señoras del barrio a la batucada de la injusticia social, son solidarias con los padres de la nena baleada, a la noche tarde en la puerta de la casa, mientras jugaba en la vereda y las dos bandas del barrio se pelaban con revólveres cargados, balas que fueron a dar contra ese cuerpito de pocos kilos, que por suerte todavía vive. La bandas del barrio a las que todos conocen.
Reclaman a la policía que no cuida, que no puede ser que los niños no puedan jugar en la vereda y sobretodo que el disparo cayó en una criatura. Se juntan a mirarse las caras y a penar, porque saben que nada ahí tiene futuro ni certezas. Están a la buena de Dios, descreídos de todo desde siempre.
En otra punta está el hospital con la niña baleada, su estado es crítico pero por suerte en el futuro se va a recuperar. Una vecina se acerca a mi lado y me pide ayuda, si puedo, ya que voy para allá, llevarle a los padres de la nena unas sillas y el termo y una bolsa con la yerba y el mate, le digo que sí, que claro. Me meto en el auto: ves?, ellos se vuelven caminando a sus casas por las calles de tierra inundada y vestigios de todo roto, yo me siento cómoda en el asiento de atrás y cargo las sillas en el baúl. Al llegar al hospital el padre agradece. Miro con profundidad sus ojos golpeados, escucho su voz temblorosa, registro sus veintipico años que parecen más de cuarenta, me convence la fuerza que sus palabras hacen, le dedico mi mejor mirada, me enternece su dolor, me mira y me dice de nuevo gracias, no sé qué tengo que decir yo.
viernes, 30 de enero de 2009
Fútbol con botones
En la vida de Rómulo era normal salirse de su casa los sábados a las 3 de la tarde y caminar hasta lo de Alfredo. Tenían prevista una nueva partida como cada vez desde 1949. El religioso sábado del estricto y esperado encuentro.
Era tan habitual para él que ni siquiera se daba cuenta de que su vida vista de afuera contenía este acto sorprendente. Como si pudiéramos observar con normalidad una partida de fútbol con botones.
El juego databa de la época de sus infancias, un rudimentario tablero, que como rudimentario cargaba con todas las mañas y los detalles, y un equipo de fútbol armado con botones, de colores, de tapados de viejas tías de más allá de las añoradas infancias de Rómulo y Alfredo. Botones limados especialmente para que se deslicen por el tablero como verdaderos goleadores, arqueros y defensores. Cada botón un nombre, preciso como Castro, Pelícano, o Matadero, un nombre que no los identifique con ningún jugador actual ni de antes, aunque suenen tanto a almas del fútbol, pero no, los nombres de cada botón únicos para ellos: _¨si el botón se rompe, se acaba, nadie hereda los nombres...¨, _decía orgulloso Alfredo,...¨ porque los botones se hacen trizas, como las vidas¨.
Así Rómulo y Alfredo esperaban toda la semana la llegada de los sábados a las 3. El partido arrancaba y la pelota disparada con una ficha de casino rectangular y plana - una tableta plástica que al hacer presión sobre el botón golpea a la pequeñísima pelota-, se mueve para un arco o para el otro: _ahora te toca a vos!,_ ordena Rómulo, porque es una jugada para cada uno, salvo el foul que se cobra como dos.
En estos botones hay almas y espectativas. A pesar de que toda la semana se la pasen guardados en sus cajas metálicas decoradas con botones impresos, Castro, Mataderos y Pelícano son vidas como las nuestras sostenidas en botones; como patean laten, como defienden gritan sus victorias, como humanos se salvan de hacerse pedazos.
Los goles a veces son 4 o 5, aunque este último sábado fueron 20!, quizás porque era el último partido de una gran tanda porque Alfredo se va de vacaciones. Y quizás pueda ser el último partido si Alfredo quizás no vuelve más. Nunca se sabe la ruta, el calor y el corazón qué partido estarán jugando.
sábado, 10 de enero de 2009
BORDE DEL MAR
Caminó por los lugares por los que su padre ya no andaba más. La operación, el cuello duro y la histeria de siempre lo dejaron postrado. Ahora que se encuentra en la cama sin conocimiento, o apenas con conocimiento, ella siente la necesidad de despedirse por él de los sitios a los que no volverá.Y porque le dicen que a pesar de estar moribundo, a pesar de que ya no come hace tantos meses (se alimenta por tubos con nutrientes) debe de tener alguna cuenta pendiente por la que no puede dejarse e irse en paz. Como si estuviera pagando con su espera inhumana (lo lavan con trapos, le sacan y ponen los dientes, le curan las paspaduras con cremas y gels) esos días en los que supo ser como nadie quería que él fuera. Esos días que duraron toda su vida, el sube y baja de emociones, donde no podía esconder su sinceridad enorgulleciéndose de que todos eran peores que él (más locos, más malos, sucios, maleducados, o de religiones inconvenientes). Ella no sabe bien porqué esta situación (la de su padre moribundo hace casi 2 años) se ha vuelto una historia sin fin y desde donde se encuentra le dedica algunos minutos, como poniendo su mente en una sincronía telepática y tratando de hacerle saber que lo perdona, que lo hecho hecho está y que las razones habrán tenido espacio y que esa enfermedad (la excusa para justificar sus acciones) es así, injusta con los otros, injusta con el que la padece. Pero que punto, que este tiempo en donde él se muestra vencido, sin nada más que un cuerpo fláccido que se confunde con los dobleces de las sábanas y apoyado como otros lo dejan, es suficiente pago castigo para un hombre y también suficiente tiempo de desdicha para todos los que lo atienden como si fuera un niño enfermo que recién comienza la vida.
Ayer por la tarde caminó por la playa y se detuvo por los sitios que él disfrutaba, el viejo médano que aún permanece como entonces, el camino que hacen un surco las plantas gomosas que crecen en la arena al ritmo de los escarabajos, la empalizada del hotel, entreviendo por sobre las reformas restos de viejas paredes, reconstruyendo en sus ojos la estructura original que los contuvo alguna vez, cuando eran esa familia que él transportó, en los tiempos que podía demostrar su alegría frente al mar.